Autoconcepto y autovalor: base de tus relaciones

  • Tu autoconcepto y tu autovalor son la base de todo lo que eres, piensas, sientes, haces y cómo lo haces.
  • Conocer lo que involucran estos conceptos puede transformar completamente la manera en que te ves a ti mismo y, por lo tanto, la manera en que te relacionas contigo mismo y con otras personas.

Un autoconcepto sano y sólido es parte de Los 20 mandamientos de las relaciones sanas

En este post:
Tu autoconcepto diseña tus relaciones

Las ideas y creencias que forman parte de nuestro autoconcepto son el núcleo del que nacen nuestros patrones de pensamiento y de respuestas emocionales y, por lo tanto, de la forma en que nos comportamos y nos relacionamos con nosotros mismos y con otras personas.

Cuando tienes un autoconcepto sano y sólido, tus relaciones cercanas también son sanas, porque no comprometes tus valores ni lo que eres y sabes poner límites sanos de manera sana, lo cual te permite distanciarte física y/o emocionalmente de personas con comportamientos tóxicos con mayor facilidad.

Si tienes un autoconcepto débil o distorsionado, es más probable que te involucres en relaciones tóxicas y que te conformes con relaciones en las que no hay reciprocidad y existe desbalance. Puede ser que tú seas quien siempre dé más y ceda, o que, para compensar un autoconcepto débil o distorsionado, siempre quieras tener la razón, controlar al otro, cambiarlo, darle lecciones y probarle no solo que eres suficiente, sino mejor.

Qué es el autoconcepto

En coaching, el autoconcepto es el conjunto de creencias que tienes sobre ti mismo. Un autoconcepto sano y sólido está formado por las creencias en que, simplemente porque existes e independientemente de tu temperamento, carácter, personalidad e identidad, eres:

  • un ser que es suficiente y capaz;
  • una persona merecedora y digna de ser amada, valorada, tratada con respeto y dignidad;
  • una persona merecedora de satisfacer sus necesidades;
  • una persona merecedora de felicidad, amor, libertad y bienestar.
Autovalor: base de tu autoconcepto

El autovalor, como la palabra lo dice, es lo que tú crees que vales, el valor que te das a ti misma; es la base del autoconcepto y está completamente enlazado a tu amor propio.

No puedes tener un autoconcepto sano y sólido, sino crees con toda tu mente y corazón que vales incondicionalmente simplemente porque existes e independientemente de tus gustos, preferencias, cualidades, defectos, habilidades, talentos, apariencia, origen, género, edad, nacionalidad, estado civil, capacidad económica, lugar de residencia —todo lo cual, entre otros aspectos, forma parte de tu temperamento, carácter, personalidad e identidad—, e independientemente de tus imperfecciones humanas, de tus errores y de lo que calificas como fracasos.

Tener un sentido sano y sólido de autovalor NO significa creer que eres superior o mejor a los demás, ni que mereces más o un trato mejor o especial, esto simplemente es soberbia nacida del no sentirse suficiente y tratar de compensarlo con un falso sentido de autovalor.

El autoconcepto y el autovalor se construyen desde nuestra infancia

Las ideas y creencias que forman nuestro autoconcepto y nuestro sentido de autovalor las desarrollamos desde que nacemos. Si recibimos incondicionalmente el amor, la atención, el cuidado, el respeto, la dignidad, el reforzamiento positivo que merecemos y necesitamos —todo ello con límites sanos—, y si nuestras necesidades, especialmente las afectivas, son satisfechas de manera sana y efectiva, crecemos con las creencias que nos permiten desarrollar un autoconcepto sano y sólido, es decir, sabiendo que somos valiosos, que somos suficientes, capaces y merecedores de amor, respeto y dignidad con todas nuestras imperfecciones humanas, con nuestros defectos y virtudes, con nuestros errores y aciertos, con nuestros gustos y preferencias particulares y sin tener que satisfacer las expectativas de otros para que nos amen y nos valoren.

Cuando crecemos de esta manera, desarrollamos un autoconcepto sano y sólido, y aprendemos a relacionarnos sanamente con nosotros mismos y con otros, por lo que es muy baja la probabilidad de que adoptemos patrones de comportamiento disfuncionales y tóxicos, y que nos involucremos en relaciones tóxicas. Incluso si esto llega a suceder, como resultado de algún evento traumático, es mucho menos difícil reajustar los comportamientos y salir de ese tipo de relaciones.

Por el contrario, si en nuestra infancia no recibimos lo que merecemos y necesitamos de manera sana, efectiva e incondicional —sin límites o con límites disfuncionales—, si solo recibimos reforzamiento positivo, si no lo recibimos o recibimos más negativo que positivo, si se nos condiciona el amor, el cuidado, la atención y la valoración a que seamos como los padres o cuidadores primarios quieren que seamos y se nos falta al respeto con abuso y maltrato emocional, psicológico y/o físico —la sobreprotección, la negligencia y los límites disfuncionales son formas de maltrato—, crecemos con las falsas creencias en que no somos valiosos, que no somos suficientes, capaces ni merecemos ser valorados, amados, cuidados ni respetados y que la satisfacción de nuestras necesidades no es importante, es decir, desarrollamos un autoconcepto débil y distorsionado.

Al crecer de esta manera, aprendemos a relacionarnos con nosotros mismos y con otros de manera disfuncional y tóxica, desarrollamos patrones de pensamiento, de respuestas emocionales y de comportamiento también tóxicos, lo cual hace muchísimo más probable de que nos involucremos en relaciones tóxicas y que nos cueste mucho más trabajo salir o alejarnos de ellas.

Un autoconcepto sano no debe cambiar

El autoconcepto y el autovalor sanos y sólidos no deben cambiar ante las circunstancias externas. Algunas experiencias negativas pueden afectar nuestra autoestima, nuestra autoconfianza y nuestra autoimagen, las cuales es completamente normal que no siempre estén en un nivel alto, pues cuando ese nivel baja nos sirve para darnos cuenta en qué aspectos interiores y áreas de nuestra vida necesitamos trabajar para satisfacer nuestras necesidades de crecimiento y pertenencia.

Todos somos imperfectos, todos cometemos errores y en nuestra vida siempre hay retos y circunstancias que bajonean nuestra autoestima, nuestra autoconfianza y/o nuestra autoimagen —por ejemplo, sentir que otros nos rechazan—, pero, cuando tenemos un autoconcepto sano y sólido, sabemos que nada de esto determina nuestro valor, nuestro ser suficientes, capaces ni nuestro merecimiento innato a la felicidad, a ser amados sanamente y tratados con respeto y dignidad.

Desde un autoconcepto sano y sólido, podemos aceptar nuestra imperfección, nuestras equivocaciones, las circunstancias que llegan a nuestra vida y los pensamientos y emociones que estas nos detonan, y los usamos para aprender y mejorar, aunque sintamos dolor, tristeza, decepción o desilusión, y traigamos moretones en el ego, en nuestra autoestima, en nuestra autoconfianza o en nuestra autoimagen.

Por eso, para identificar si tu autoconcepto es sano y sólido debes observar si se modifica y qué tanto se modifica tu sentido de valor, de ser suficiente, de dignidad y merecimiento de acuerdo con las circunstancias y/o de cómo te tratan los demás.

La excepción que hace la regla
Ciertos eventos y circunstancias traumáticos sí pueden tener un impacto profundo y sumamente negativo en el autoconcepto y el sentido de autovalor, incluso en la edad adulta, por ejemplo, la violencia psicológica, emocional, física y/o sexual.

Construye un autoconcepto sano y sólido

La buena noticia es que nuestra mente y nuestro cerebro tienen la maravillosa capacidad de cambiar, incluso físicamente, dependiendo de nuestros pensamientos, emociones y comportamientos.

¿Sirven las afirmaciones positivas?

Las afirmaciones positivas ayudan a cambiar un autoconcepto débil o distorsionado, pero solo son efectivas si las acompañas con congruencia en tus pensamientos y comportamientos.

Puedes repetirte mil veces que eres un ser valioso, pero si permites que otros te usen, te maltraten o abusen de ti, tu mente detecta la contradicción y, como naturalmente tiene un sesgo negativo, te presentará pensamientos que confirmen lo opuesto a la afirmación positiva, o sea, te dirá que no eres valioso.

Desafía tus pensamientos

Tampoco sirve tratar de suprimir los pensamientos negativos ni entrar en una positividad tóxica, la clave está en desafiar los pensamientos negativos acerca de ti misma.

Desafía las creencias y pensamientos. Por ejemplo, si alguien te falta al respeto, haz preguntas como:

  • ¿es porque no valgo o porque no estoy poniendo límites sanos?
  • ¿es porque no me merezco que me traten con respeto o porque la otra persona, para sentirse suficiente, tiene que sentirse superior faltándome al respeto?
  • ¿permito que me falten al respeto, porque no me siento valiosa o por miedo a que me rechacen y/o me abandonen?

Cómo poner límites sanos de manera sana

Al mismo tiempo en que desafías los pensamientos y creencias negativos, debes comportarte de manera congruente con la creencia en tu valor, dignidad y merecimiento de respeto intrínsecos, de esta manera, tu mente comienza a aceptar la nueva información, hablada y aplicada, como verdad y, con el tiempo y la práctica, sustituye la creencia negativa por la positiva.

Nuestro cerebro solo aprende con la repetición, por eso, tienes que ser constantes en la práctica de desafiar todas las creencias y pensamientos que te han llevado a mantener un autoconcepto débil o distorsionado para transformarlo en uno sano y sólido.

Recuerda que tu autoconcepto diseña tus relaciones.

Si tu autoconcepto es sano y sólido tus relaciones serán felices, sanas y balanceadas.

Tenlo en mente

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